El mal es fruto de nuestra limitada perspectiva de
creencia en la dualidad.
Ante
esta perspectiva consideramos como una buena acción aquella que beneficia a la
unidad, al Todo indivisible, actuando siendo consciente de la pertenencia al
mismo.
Una mala
acción seria aquella que buscase, a través del ego, el beneficio particular, a
través de la competencia, descuidando al prójimo, y perjudicándolo
consecuentemente. Ello implicaría en realidad estar perjudicando a una parte
del todo, por el hecho de tener una percepción limitada de la realidad.
El mal
es por tanto una consecuencia del sentimiento ilusorio de separación, siendo
una mala acción aquella que busca el beneficio del ego.
Los
seres de servicio a sí mismos son los que se perciben como seres individuales,
separados del resto. Y es esa falta de consciencia de pertenencia al Todo lo
que hace que actúen de esa forma.
Aquellos
seres de servicio a los demás son aquellos que tienen consciencia de que todos
somos uno, formando parte de lo mismo. Así, entendiendo que los demás son una
parte de nosotros, entonces se entiende que decidan actuar en beneficio ajeno,
ya que en realidad es beneficio propio al mismo tiempo.
Pero el
mal, siendo una percepción dual, debe ser entendida como parte necesaria. El
mal es el bien en potencia. La escala vibratoria va de lo denso a lo sutil, adoptando
diferentes estados. El bien y el mal son una misma cosa.
Los seres de servicio a sí mismos, y de
servicio a los demás, evolucionan de igual manera, por caminos distintos, hacia
un mismo lugar donde confluyen hacia la unidad.
Desde
nuestro limitado nivel de consciencia nos resulta muy complejo entender que el
mal es necesario, pero en el universo todo está en equilibrio, por ello todo
debe ser como es.
El mal
provoca miedo, y es ese sentimiento el que nos permite conectar con nuestros bloqueos
internos limitantes, ofreciéndonos una posibilidad de elevar su frecuencia y
así poder llegar estados evolutivos más elevados. Por ello, podríamos entender el
mal como un acelerador evolutivo.
Pongamos
un ejemplo de lo relativo que es el bien y el mal:
- El ser humano se alimenta del reino vegetal y animal
para obtener energía, no siendo capaz de obtener la misma por otras vías (al
menos la necesaria para sobrevivir). Por ello transforma seres vivos de estados
evolutivos inferiores en energía. El hombre estaría perjudicando a un aparte
del todo, para sobrevivir, pero no se plantea juzgar sus actos.
- Seres de estados evolutivos mayores se alimentan de
energías, emanadas a través de emociones y sentimientos, es decir, de las
emociones vertidas por los humanos. Los seres de servicio a sí mismo, se
alimentarán de energías más densas, por lo que tratarán de que el hombre genere
esas energías; y al mismo tiempo los seres de servicio a los demás ( o seres de
servicio a la unidad de la que forman parte) se alimentarán de energías más
sutiles, procurando que el ser humano evolucione y escoja una polaridad
positiva.
Entonces,
cuál de las anteriores opciones estaría bien o mal, sería al menos, discutible.
Debemos
ser conscientes de algo muy importante, y para ello hay que apartar al ego, y
es que cada uno de nosotros, cada parte del todo, llevamos en nuestro interior
ambas polaridades, siendo capaces de lo mejor y lo peor. Aquello que no
queremos ver, está en la sombra, o en nuestro subconsciente, escondido porque
nuestro ego solo permite que veamos aquella parte que se supone que debemos
ser. Pero todos somos parte del todo y el todo está en nosotros.
Por
ello, líbrense de juzgar, ya que están juzgando a su sombra, a aquella parte
que está escondida, tanto, que ni siquiera sabemos que existe en nosotros. Que
no la vean, o no la perciban, no significa que no esté ahí.
Y recordad que cuando nos
hacemos conscientes de que formamos parte de algo tan grande, de que somos Uno
con el Todo, entonces entendemos que dar es recibir al mismo tiempo y que el
amor al prójimo es el amor a uno mismo.
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