Quería reflexionar acerca de la teoría de los universos paralelos. Se trata de
la existencia de tantos universos como posibilidades se hayan producido en
nuestras vidas. Habría entonces infinidad de universos con un yo diferente en
cada uno de ellos. Cada vez que surgiesen diferentes posibilidades de elección,
dado nuestro libre albedrio, aparecerían tantos nuevos universos paralelos como
posibilidades.
Me puse a pensar sobre esta teoría y de que la razón por la que se producirían
estos infinitos universos, sería con el objetivo de experimentar infinitas
posibilidades y que si estamos aquí para experimentar, no se me ocurre mejor
manera de hacerlo que creando tantas posibilidades para ello. Y al parecer
somos seres multidimensionales, así que tendría aún más sentido si cabe.
En ese momento me vino una descarga de información intuitiva y una ráfaga de
energía refrescante recorrió todo mi cuerpo. Lo que me llegó fue una
información diferente a esta teoría, pero al mismo tiempo relacionada con la
multidimensionalidad del ser y las infinitas posibilidades de experimentación
del mismo.
¿Y si las diferentes posibilidades de experimentación del yo fuésemos en
realidad todos nosotros? Y si la unidad de la que hablamos y de la cual
formamos parte fuésemos un solo Yo ilusoriamente dividido para poder tener
multitud de experiencias diferentes? Tiene sentido, ya que siempre hablamos de
que somos parte de un Todo, aunque no seamos plenamente conscientes de ello y
que creemos equivocadamente ser seres individuales.
Entonces pensé en el ego, y que quizás no fuese tan malo como
creemos. Porque el ego sería una herramienta para crear esa ilusión de
separación necesaria para poder experimentar separados y así almacenar mas
experiencias que si lo hiciésemos como unidad consciente.
Eso no hace más que reforzar la idea de que debemos trascender al ego para
sentir la unidad a la que pertenecemos, pero mientras permanezcamos
proyectándonos como seres individuales no olvidemos al relacionarnos con los
demás, que son parte de nosotros, y que aquello que proyectemos hacia ellos, lo
estamos proyectando hacia nosotros mismos; y que aquello que pensamos de los
demás, es aquello que pensamos de nosotros mismo. Y que todo lo que no nos
gusta de nosotros lo veremos en los demás, ya que son una proyección nuestra. Y
que aquello que proyectemos con nuestro sistema de creencia será aquella parte
del todo que veremos reflejada porque será la que atraeremos hacia
nosotros.
Parece que todo encaja. O se lía cada vez más. Pero mientras esta creencia nos
sirva para incrementar la comprensión hacia los demás y hacer de este mundo un
lugar mejor... bendita sea esta creencia.
Y recordad que cuando nos hacemos conscientes de que formamos parte de algo tan
grande, de que somos Uno con el Todo, entonces entendemos que dar es recibir al
mismo tiempo y que el amor al prójimo es el amor a uno mismo.
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